vuelto a volver
ahhhh. Ahora si caracho. Ahora si. Ya está. No estaba entendiendo nada. Y aunque ahora tampoco entiendo un cazzo, cada vez me importa menos.
Bueno, he vuelto a volver. Digo, casi me voy después de haber vuelto, pero me dio la ganita un poquete. Y vine. Vine nomás. No es bueno olvidarse. Esto al final no es más que un montón de letras, pero de algún modo me mantiene vivo. No a pocho, pero sí a mí.
No suelo caer cuando me enfermo. Lo digo en especial hoy, que ando enfermo. Siempre sigo en mi actividad. Nunca me ayudó quedarme quieto. Pero cuando era más chico me enfermaba de algo. No se qe era esto. Pero nunca una novalgina curó mi fiebre. Ni una pastilla curó mis migrañas. Ni un puff curó mi asma.
Yo viví casi toda mi niñez en Cinco Saltos. Allá tenía una amiga cuya madre era bruja. Esta bruja era gorda, gordísima. Y yo era su amigo desde algún punto de vista. Es decir, alguna vez me protegió. Porque las brujas así de gordas, no suelen tener amigos. Y aunque ella era gorda, siempre tenía uno que le daba el sexo que ella quisiera. Porque si. Porque era bruja.
Esta bruja era además enfermera. Y aquella vez me pinchó una novalgina en el culo para que yo pudiera ir a competir a los bosquecitos de la pasarela. Porque siempre camino igual, ma qué fiebre ni caracho.
De chiquito mi cabeza era una cagada. Físicamente una cagada. Siempre funcionaba muy bien pensando. Y siempre funcionaba muy bien actuando. Pero no sé, era como arizona, tenía su propia falla de San Andrés. Y diantres si fallaba. Antes de ser grande los terremotos me mataban. Si. La falla fallaba y no había aspirina o migral que me calmara. No era joda. Así que simplemente me movía a llantos por ahí. Dios, como me mataba la cabeza. Alguna vez voy a ahorcar a Cynthia hasta la muerte. Pensaba.
Una noche me agarró. Quería dormir y nada. Me tuve que sentar. Y lloré. 3 de la madrugada y colegio al otro día. No iba a ir con esa migraña al colegio. Y si ella aparecía por la mañana a decirme algo de seguro la iba a matar. Y ningún chico quiere ser asesino. Me paré y fui al teléfono.
- Mirtha....
- ¿Pablito? Es tarde...
- Me muero. Me mata. Te juro. No puedo más.
- Bueno. Yo te voy a ayudar. Andá a la cama. Y cruzá tus zapatillas ahí al ladito. Yo te ayudo desde acá.
- Bueno. Gracias. sniff
Y dormí como un angelito.
Y otra migraña otro día. Pero esta vez mi viejo me escuchó. Y vino y prendió la luz.
- ¿Qué pasa?
- Todo choca acá adentro. Gira, se revuelve y choca. Me duele mucho pá.
- Tomá. (pastilla)
- Gracias.
Y esperó. Y volví a dormir.
Tuve asma de adolescente además. Me venía día por medio un ataque. Una mierda. Y ni mi viejo pudo con el. Hasta que vine a Buenos Aires. Y nunca más. Nunca más.
No me enfermo de bichos. Me enfermo de cariño, me dijo alguien. Pero si, es así. Desde aquellos días ya no hay migrañas ni fiebres, ya que no hay Mirthas brujas acá. Y si me duele la cabeza, nada que no sea una Dorixina me calma.
Mi padre fue quien me calmó aquella vez, y no la Dorixina. Mirtha me curó la fiebre, no fue la novalgina.
Gracias por dejarme crecer. Para eso estoy aquí.